martes, 15 de noviembre de 2011

Expresión de sentimientos.


Es necesario reconocer y trabajar el dolor o éste se manifestará mediante algunos síntomas u otras formas de conducta disfuncional. Cualquier cosa que permita evitar o suprimir de forma continua este dolor es probable que prolongue el curso del duelo. No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad ni lo que siente de la misma manera, pero es imposible perder a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor. El dolor compartido es menor, desahoga.
Laura Méndez
Asesor Familiar de Duelo
Grupo Recordar




Recuerda que cada situación por más dolorosa que sea es pasajera, depende de ti en convertirla en un momento traumático o por el contrario, tomar de cada circunstancia,  una enseñanza que te permita continuar con tu misión de vida. Cuando expresamos lo que sentimos, encontramos en los demás, palabras de sabiduría y reflexión, historias de vida con finales inesperados, que nos guían en el túnel emocional que en ocasiones debemos cruzar. A continuación comparto esta hermosa reflexión llamada: El mensaje del Anillo.

Diana Patricia Cárdenas Zapata

Asesor Familiar de Duelo

Grupo Recordar


Érase una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

-          He encargado que me fabriquen un precioso anillo, para el que he conseguido uno de los mejores diamantes del mundo. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude también a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre.  Tiene que ser un mensaje breve, de manera que quepa debajo del diamante.

 Todos los que escuchaban eran instruidos, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero no un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total... reflexionaron y  buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.

 El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo: No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje- el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas ahora -le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Léelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.

 Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía "ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.

Mientras leía "ESTO TAMBIÉN PASARÁ" sintió que se hacía a su alrededor un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que, poco a poco, dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido con el sirviente y el místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:
 - Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
 - ¿Qué quieres decir? preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
 - Escucha, dijo el anciano: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso.  No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
 El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: "ESTO TAMBIÉN PASARÁ", y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.
Entonces el anciano le dijo: Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
Adaptación del libro: Regálame más cuentos con salud. Editorial Sal Terrae


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